jueves, 29 de mayo de 2008

La enfermedad

Este viernes tómese un vino o lo que le apetezca sin remilgos, pida jamón del bueno aunque lo fíe, haga el amor, o inténtelo al menos, llame a su madre y dígale que la quiere, si la quiere. Porque este carpe diem cansino y poco llevadero resulta que es verdad.

Cada día, con todas sus costumbres, es tan fácil caer en el abismo. Ignorarlo es lo único que nos salva. Olvidarlo acaso nos haga perder la perspectiva, mirar desde arriba, calibrar nuestro paso. Cada día, con todas sus costumbres, puede convertirse en uno de esos días “rojos” que tenía Audrey en Desayuno con diamantes. Gregory House dice que vamos siempre en un avión. De ahí esa tranquilidad mentirosa del que va a pie, aquella comodidad del desaliento y la melancolía.

El enfermo, como el enamorado, no viene con nosotros, se va por una acera diferente. La enfermedad nos propone otro sistema. Cuando salí a la calle después de mi última amigdalitis (valiente mariconada) me costaba andar por la calle. Los románticos preferían la tuberculosis a un lunes por la mañana.

Pero hay abismos que no se solucionan con una visita a Tiffanys, augmentine, prozac o ni siquiera el tiempo. Se va a morir un hombre en casi nada. Lo he visto una vez y me pasaba platos de hortiguillas y manzanilla. Tiene ese tabú llamado cáncer. Era, según me han dicho, un hombre bueno.
Háganme caso, tomen algo mañana.

martes, 20 de mayo de 2008

La certeza

Qué fría es la cera de un beso de nadie. Aute.
Este árbitro ha venido aquí y le ha dicho a mis jugadores: "bajarse del Mercedes". Manuel Ruiz de Lopera.

La certeza es absurda, tonta , triste. ¿Quién la necesita o ha necesitado? ¿Quién, ni siquiera, la llamó, o preguntó por ella? Como una señora incómoda se te presenta en casa y pide además que le pongamos café. Aun en la felicidad -como queráis llamarlo, ese estado propicio a la alegría-, ¿no es ésta patrimonio del esquivo, del que a menudo -porque puede- olvida?
El que llega a la certeza ha terminado el camino, y el menos aventurero de nosotros bosteza fácilmente, pues ya hemos dicho aquí la imposibilidad de contemplar el presente, el hic et nunc. La certeza rebosa de realidad, va mal vestida e hiere con decepción lo imaginado, aquello que esperábamos encontrar ¿Hay algo más propio del hombre que la búsqueda?

Pero la certeza es también vacía y violenta. Lejos de abandonar, cuántas veces insisto en el deseo, que limpia de rutina los domingos y hace más dulce llegar hasta los jueves. Ella tiene un corte en uno de los labios, como un mordisco de hambre que ya no daré nunca. Y entonces se presenta, la certeza, con los zapatos quitados, señora de marrón, como un insulto de un desconocido, como un mal empujón inesperado, dejando una aspereza de tierra en la garganta.
Y la mañana de niños tiene menos sentido, y los martes, qué largos, y los miércoles, los jueves, los domingos...

martes, 13 de mayo de 2008

Leña marismeña

Los últimos años ha dado la casualidad (los dos últimos: los anteriores no trabajaba) de que los lunes no tenía que levantarme temprano. Y un año más, en el silencio del salón y la madrugada, he podido contemplar el espectáculo: el salto de la reja.
Canal Sur, 2.25 de la mañana. Los comentaristas, en un volumen bajo, no sé si por la devoción o la embriaguez -elementos que, si juntos, pueden resultar explosivos- van narrando los paños viejos y la alcurnia de los simpecados, el color de las bengalas o la noche marismeña.
Apostados contra la reja, en la ermita, axila con axila, una camisería vigila impaciente la cabeza de al lado; una patillería aguarda recelosa la llegada del último simpecado, el de la hermandad matriz, que arriba entre palmas y como levitando, pues quien lo lleva está ya anegado entre el ímpetu y la esperanza de sus hermanos almonteños. Comienzan las hostilidades. Futuros cardenales (sin ser del clero) se aprietan contra la reja. Algunos cuerpos saltan. Otros resisten entre corrientes humanas como en un concierto de Reincidentes. Y aquí está lo curioso, lo que me hace reír: los comentaristas ni se inmutan. Siguen con su glosa del oro y de fechas, con voz queda, y, mientras, veo (ven todos los espectadores) cómo un hermano, que debe ser importante, se alza sobre sí mismo para agarrar a otro por los pelos y tirarlo hacia atrás, no vaya a ser que infrinja no sé qué reglas de la salida de la Virgen (¿vendrá de ahí lo de leña marismeña?).
Y claro, es que hay que tener arrestos para comentar esto, así, en directo, sin decir que es una barbaridad. La mujer dice, valiente: bueno, la gente piensa que se están peleando, pero ellos saben muy bien, no crean, todo el proceso, es el fervor y...El otro comentarista lo arregla: es que en realidad no sé qué hacen ahí los que no son almonteños, deberían dejar a los hermanos de Almonte dirigir la salida, que ellos son los que saben y tienen experiencia. Toma ya.

Exceptuando los problemas de tráfico que ocasionan, con los que no transijo, soy bastante respetuoso con este fenómeno. Tengo amigos rocieros. Una noche asistí a una charla entre dos rocieros muy veteranos como a una epopeya de Homero. He visto también algunas consecuencias y estragos: vasos de cristal volando de patio a patio como venganza de enormes cuernos del río Quema. Pero esa imagen del salto la echamos a pelear con las de La Meca, y sin complejos. Y eso no hay comentarista televisivo, aunque sea de La Nuestra, que lo maquille.

martes, 6 de mayo de 2008

La mujer, el verano.


La calor. Me parece que escribí una entrada el año pasado con este título. Viene el calor de agosto adelantado, un calor cíclico para algunos votantes e impensable para otros, y el sol es otra víctima más del bipartidismo.
El calor embrutece, nos da ese lado montaraz del que hablábamos, nos asilvestra, el personal deseando abandonar el mes frío, el circunspecto invierno por el edénico tiempo del calor y del agua, cambiar la lana por el vello, el botón por la piel y el cuero en tiras. Hay tímidos en enero que luego resultan leones marinos.
El cuerpo saluda en general el verano. Los pies se desperezan y robustecen (las uñas de los dedos de tus pies son cristal del verano -Octavio Paz), la piel morena es dura y saludable, la melena olvida su burguesía y nos recuerda a algo en deuda con el sexo.

Principales protagonistas de este decorado son las mujeres. La astenia primaveral, el insomnio, la alergia incluso, ¿no estarán relacionados con ellas, en un olvido poético de los científicos? Ah. Pero como en todo escenario o decorado, hay una preparación detrás de los telones, hay un vestuario y un papel antes de la natural escena. Las mujeres llegan al verano como a las oposiciones. Si es usted mujer o tiene amigas/novia, su conversación estos días se llenará de cremas depilatorias, láser, footing/aeróbic/andar, té verde, bikinis y ensaladas. Nada hay de espontáneo entonces en esas piernas que pasan o en ese sujetador olvidado. Mas poco importa: el arte es artificio, la belleza es tantas veces una máscara.

Este verano, como el pasado, me conformo con que no me pregunten en Septiembre que si he estado en una cueva.
Mayo, la calor. Espero que ella no siga quitándose más ropa, porque voy poco a poco sintiéndome desnudo.