miércoles, 6 de mayo de 2009

Gitanillas


Hasta las flores, niña,

se echan piropos,

a un clavel una rosa

lo ha vuelto loco. Alegrías populares




Alegrías salineras de La Niña de los Peines que sin saber le canto a mi sobrina, y parece, sólo lo parece que se calma ¿Me saldrá gitanilla, tan blanquita?


En Tenerife no hay gitanillas. Hay no sé qué. Miamor, miniño, mijo, en el mejor de los casos. Otras veces, más mala leche que un cable caío. Allí no cantan al compás (tampoco vi que isas) y eso se nota. Como dijo una guía, la economía isleña se sustenta desde el siglo XXI en el cultivo del turista, así que el nacionalismo se insufla en pequeñas pero consistentes dosis. Yo no quería irme de allí.


La Feria, ay, luego decís que no... La Feria es el carnaval de los sevillanos, donde queman la garganta y los muslos, sólo que aquí la hacemos después de Semana Santa, así el sabor de los pecados cometidos tienen el año largo para el recuerdo. El jueves me robaron el móvil. El sábado perdí el DNI, mi cara andará por el albero de Alcalá, metáfora de una noche desmedida.

Juan Carlos Marset le decía a Germán que al sevillano le gusta observar y ser observado, exhibirse, de ahí acudir a los toros, el paseo a caballo, la puerta de la caseta. Había una gitanilla que venía a verme, pero nosotros no queríamos que nos vieran.


Aún no me han plantado las gitanillas en la terraza, y ya tardo, que me han dicho que son duras, resistentes, orgullosas.