Cuando me arranco al bosque de los sueños, a la selva oscura del dormir, y me cobro a mí mismo, me voy lentamente completando. Porque he dejado de interesarme por mis sueños. A la mierda con Freud. Así comienza Mortal y Rosa, poema en prosa de Umbral, donde habla de su hijo por morir entre otras cosas. En los versos que escribí hay más de Umbral que de cualquier poeta. Hace años agarraba el periódico buscando en su columna una verdad estética que aclarara el día. Recuerdo que leí Mortal y Rosa un verano, de chinorri, en la piscina de Mairena, entre sol y bikinis. Un par de páginas y te creías un gran amante lírico, aún no descubierto por aquellas niñas. Luego descubrí que con la lírica no se liga nada. Él escribió: "el verano es un amago de eternidad"; pero no se quedó en amago. Ayer me tomé dos whiskys (lo dije hace ya tiempo) en su honor. Algún día le llevaremos crisantemos a su tumba, amarillos. Salud, maestro.