jueves, 20 de octubre de 2011

El árbol y las nueces

Ojalá que eta diga esta vez la verdad. Sería la mejor noticia de los últimos tiempos. El hecho de que no maten cotidianamente desde hace unos años sólo habrá cambiado la conciencia que de ella tienen los más jóvenes. Los de mi generación, y antes, por supuesto, nunca olvidaremos el dolor tan sucio que nos hacía sentir. Y la impotencia, y la rabia. Muchas veces cogía las noticias ya empezadas, escuchaba un segundo de las declaraciones (siempre las mismas) de algún político; o veía las mantas plateadas cubriendo algún cadáver, y dejaba lo que estuviera haciendo, resignado una vez más a descubrir cuántos y quiénes eran los muertos esta vez. Muchas veces.
Me alegro sobre todo por los vascos que se han jugado la vida para acabar con ellos, por los policías, la guardia civil. Los que han plantado cara. Estos años atrás, quien no sintiera que su vida corría peligro ante eta era un miserable. Y no eran pocos. Ojalá, entonces.

El final de eta no debería usarse, en ningún caso, como mercadeo político. Los asesinos deben ser tratados, hasta el final, como tales. Lo contrario sería escupir sobre los muertos y sus familias, y sobre todos nosotros.

Ahora sigue, sin embargo, otro problema. La misma ralea ocupa ahora los ayuntamientos del País Vasco. La enfermedad irracional del nacionalismo está crecida, insolente como nunca. La libertad está muy lejos de conseguirse aún, no nos engañemos. Los resultados el 20N serán arrolladores, aunque parezca mentira. Compadezco a los vascos que gastarán su vida defendiendo la razón y la democracia.

jueves, 6 de octubre de 2011

La tiza

Ha muerto Steve Jobs, como sabéis, y reconozco que me ha apenado la noticia de algún modo. Esto me ha sorprendido, pues mi interés y apego por las glorias de este hombre se limitaban al reconocimiento sobrio cuando escuchaba sus hazañas en boca de algunos amigos, algo parecido al rostro de mi padre cuando intenté explicarle qué era eso del facebook. Me han sorprendido igualmente las elegías por doquier en la prensa mundial hechas por personas de generaciones anteriores a la mía. No tengo iPad, ni iPod, y aún no tengo el iphone que sin duda tendré. No puedo decir, siquiera, que sea un aficionado a estas tecnologías, pero me gustan, y hasta ahora, sólo he visto en ellas las ventajas que proporcionan.
Steve Jobs creó hace tan sólo treinta años un ordenador, Lisa, que costaba diez mil dólares. Hace unas horas, hubo cierta desilusión al comprobar que el nuevo iphone no aportaba suficientes sorpresas.
Ahí es donde quiero llegar. Esta mañana he hecho que quince alumnos resumieran a lápiz un texto de una página, algo que probablemente, en un día como hoy, hace exactamente cien años, algún joven profesor de lengua española ordenara a sus alumnos. A nosotros, compañeros, nos ha tocado el cambio. Cuanto antes lo hagamos, sin reticencias, menos tiempo perderemos. Me guardaré una tiza como objeto vintage que algún día decorará (qué predecible) mi casa.

sábado, 1 de octubre de 2011

El buen Moraga

José María es un hombre antiguo, no sólo por su perfil de Larra, sino porque uno recibe de él lo que se espera: es honesto, amable, cariñoso y sentimental; y actúa de esas formas. Es una losa firme en quien poner el pie, porque él se deja, entre tanta gentecilla y gentuza que tenemos que conocer a diario.
No voy a comentar las virtudes y habilidades que todos conocemos y que porerror nos recuerda a menudo, espero que por mucho tiempo. Sólo una. En la entrevista que le hace Joaquín Soler Serrano (youtube, la recomiendo), Cortázar habla de su interés innato por "el otro lado de las cosas", ese mundo fantástico que se entrelaza con el cotidiano a través de signos no visibles para todos, pero que Julio y Jose ven. Quizá el primero de una forma más trascendental y esotérica, pero el segundo mucho más divertida e iluminadora. Y esto es una joya tenerlo al lado, no sólo por la risa, sino porque todo se descubre mucho más lírico, mucho más épico, amplio, como dicen los escritores que ensancha la literatura. Y un viaje o un café con Jose es una aventura para antihéroes como nosotros. De esta forma, un paseo por el rastro madrileño puede ser una escena de Tras el corazón verde, con persecución incluida, o una hamburguesa convertirse en el barbapapá de Adriá. Insisto en que esta actitud entusiasta y solidaria yo la agradezco y manejo como oro en paño. Pero nada sería esto, de todas formas, si nuestro hombre no fuera un tipo normal. Bueno y normal.

No es fácil hacerse de un amigo a ciertas edades. Nos han pasado cosas juntos, buenas, malas, malísimas. Por mí, hace tiempo que no es el colega, el pasajero. Tengo la intuición, además, de que este va a ser un año acojonante. Y si no, le sacaremos las mismas metáforas.
Y Jose sabe algo de metáforas, ¿no?

viernes, 30 de septiembre de 2011

Probando, probando

lunes, 6 de diciembre de 2010

"La carne es triste, y he leído todos los libros". Me parece que Mallarmé dijo esto ante una pechuga de pollo. Si no, no se entiende.

sábado, 30 de octubre de 2010

Conformista/ afortunado

Es dulce ser amado, pero amar
oh, dioses, qué ventura. Goethe.


Aclaremos, antes que nada, los conceptos. El amante es esa persona que en la relación de pareja muestra más (o así se percibe externamente) su preocupación por la misma, está más pendiente, más sumisa, al fin. El amado es quien parece más despreocupado, más sobresaliente y dominante, al cabo. Vaya por delante mi posicionamiento (si algún día tengo pareja) en esta dicotomía que en principio viene marcada por nacimiento/personalidad: yo seré siempre amante. Excusatio non petita, porque, como ahora veremos, es este un tema que puede hacer cierta pupita a gente que no se tiene claro. Huelga decir lo siguiente, las relaciones tienen mil vericuetos desconocidos, no siempre, ni en el mismo peso, se da esta circunstancia, estoy hablando, claro, de generalidades. Pero vamos al meollo. Antonio Gala es quien hablaba de amante/amado. En Cómo conocí a vuestra madre se habla de afortunado/conformista, exagerando un poco y haciendo más daño de paso con la nomenclatura. Así, Marshall es, claramente, para los demás ( y para Lilly), aunque se niegue a aceptarlo, el afortunado, y ella es la conformista ¿Significa esto que Lilly posee menos sentimientos en su relación que Marshall (olvidemos por favor que ella lo abandona un tiempo porque no está segura)? Claro que no. Significa que existen roles en la pareja (va más allá de este post cómo se hace el reparto), y que asumen desde el principio, unos, que han de cuidar el más mínimo detalle, usar la palabra correcta, tranquilizar, regalar, excusar, mentirse, babear; otros, que han de dejarse cuidar, con cierta vara verde, por su cónyuge.

Aquí es cuando puede surgir la polémica. En dos aspectos. 1) La vida cotidiana: el amado ejerce una tiranía constante sobre el amante. Decide los aspectos importantes (y los menos importantes); tiene licencia para sacar los pies del tiesto, para la queja, y todo lo hace con una deferencia que al amante le parece gloria bendita, omnubilado en su condición. El amante cree a veces que tiene algo que ver en el sentido de la relación y esto es un truco creado, como he dicho, por la deferencia del amado. 2) Aspecto metafísico: el amante, propenso a la idealización amorosa, se ofende lógicamente ante este tópico porque no acepta que su pareja contribuya en menor medida a la relación, lo malo es que se ofende porque sabe (recuerdo que estoy hablando de generalidades, bla, bla, bla) que esto es cierto ¿Todavía incrédulos sobre esta teoría? Haced un ejercicio: pensad en cada una de las parejas que conocéis. Cotejad vuestra apuesta con cualquiera ¿A que coincide?

Este doble problema suele solventarse, gracias a dios, porque el amado está agustísimo y el amante obvia continuamente este hecho. Y, por supuesto, porque detrás está el amor. Y es al final lo que de una manera injusta y torpe junta. Es la misma deriva que ambos toman aunque hayan seguido caminos diferentes. Sé que la buena prensa está en los amados. Será quizá nuestra naturaleza animal la que sigue exhibiendo la seducción del fuerte, del bravo. Los amados que ahora estáis leyendo no podéis ocultar esa risilla satisfactoria. Permidme, sin embargo, una defensa real y poética del amante. Real porque es el más sensato. Tiene que aguantar por motivos irracionales al amado. Ofrece soluciones. Consiente. Abdica (por el otro: por él). Poética porque se lleva la mejor parte del pastel. Siente ,aunque moleste, el amor de una manera más angustiosa y profusa. Percibe cualquier momento como una claridad. Es todo un regalo.

Nota: esta teoría no sólo puede aplicarse a las parejas. Mi compañera de piso ejerce sobre mí una creciente e insalvable tiranía que no soy capaz de remediar. Cotejad vuestra apuesta ¿ A que coincide?

viernes, 1 de octubre de 2010

The Big Bang Theory


Penny, Penny, Penny... Sheldon Lee cooper.
Pocos placeres he encontrado en mi miseria como la idolatría, el fetichismo al cuerpo (¿personalidad?) femenino de mujeres que conozco, no conozco o de la pantalla grande o chica. He vuelto a enamorarme. Se llama Kaley Cuoco, exótico e impensable nombre para la actriz que encarna al personaje de Penny en The Big Bang Theory. Veo cada noche con Kela 3 episodios de la serie, y acudo a ellos como a una cita. Se me sacude el cuerpo como a Morgan Freeman cuando, en Cadena Perpetua, pasaban la escena en que Gilda levantaba el pelo y toda su sexualidad. Confieso sin rubor (es un logro a pulso) que he sentido celos cuando la besaba Leonard. Qué hay en esto de enfermedad o ternura poco me importa. Me casaría con ella.

Pero yo quería hablar de otro personaje, del principal de la serie, el gran Sheldon Lee Cooper, con quien me ha comparado físicamente la hija de puta de Kela: "tú eres un poco Sheldon".

No voy a describir a Sheldon, ved la serie. Es físico teórico. Su bis cómica consiste en que todos los conocimientos que posee sobre la vida consisten en eso, en simple teoría. Es un discapacitado social, como un asperger, como un niño con los conocimientos de una enciclopedia. Pues bien. A veces, no sin cierta deferencia, nada me parece más humano que Sheldon Cooper. Me da tranquilidad. Siempre he hecho apología de la sinceridad. Intento, fracasando, ser a diario una persona honesta, sin máscara, mostrar un lado sólo de lo que existo. Admiro a una o dos personas que conozco que casi lo consiguen. Sé que esto es imposible, que desde por la mañana temprano hacemos como actores, que hay pocos momentos en que nos vomitamos limpiamente, diciéndonos la verdad de nosotros mismos. Sé incluso que a veces es desaconsejable, que las mentiras, como escuché el otro día, endulzan la vida levemente. Pero qué pereza levantar cada día la pantomima, la pose, la frase de ingenio, las miradas críticas, el espectáculo social entre berrea y cansino. Por eso amo a Sheldon. Un tipo inaguantable incapaz de decir una mentira, libre de predicar una imagen, insobornable, inútil, contento cada vez que capta las convenciones sociales de las que nos sentimos orgullosos dueños; blanco, dulce, un tipo que me gustaría tener cerca para que nos recordara a menudo cuánto sobra de paja en nuestras vidas.


Nota: amo a Penny por la mañana, cuando sale en pijama; por la tarde, tan vestida; por la noche, otra vez en pijama. Pero sobre todo cuando se enfada.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Isla

Recordamos algunas cosas de la adolescencia. Más puro (ahora convendría decir: "más ingenuo", pero una rápida reflexión me sacaría los colores, por lo falso), recuerdo una frase mía lapidaria. Venía a cuento de un bienintencinado ejercicio ( discúlpeseme la benevolencia con el gremio enseñante) me parece que de filosofía. Yo dije: aspiro a la solemnidad. Me oyó la niña que me gustaba. Nunca más supe de ella.
Entro ahora en mi nuevo centro confuso en casi todo. Menos andar en bicicleta (y nadar) todo se olvida. Dos personas, a bote pronto, me parecen por encima de los demás. Tienen una costumbre de la suficiencia. No quieren nada. Como si en siglos hubieran profesado un funcionariado de la vida. Sabemos, claro, que no es verdad. Pero me aturde la máscara, el hecho inquietante (¿y si es verdad) de que lo parezcan. Un nuevo claustro nos sacudimos ansiosos como niños chicos. Un ridículo cercano a a los sexenios. Yo estoy contento, la verdad. Pero no sé qué ha pasado entre ahora y cuando tenía quince años menos.

sábado, 31 de julio de 2010

Aureola


Un poema antiguo, a cuento por la playa y el verano.




Alzo la mano y toco el dulce cuero con dedos de papel,
el fin violeta, el nudo de tu pecho,
la misma piel, cerrada, de los labios.

martes, 22 de junio de 2010

Estepa

Esta ciudad, aún dormida, huele a sexo o mis manos.
Es seguro mis manos.
Yací con la mujer más bella de la tierra.
No hay tambor ni jazmín, no hay estandartes,
cómo pueden los fieles ignorar este hecho,
que vengo derrotado. Soy un Rey, soy un héroe,
cuatro gallos mi único cortejo.

domingo, 31 de enero de 2010

¿No te lo he dicho ya?
No. Casi nunca
te digo apenas nada.
Escúchame ahora que tampoco
te hablo.
No entiendo lo que haces. Lo que dices
incluso me rebela. No comprendo.
Desde armar la sartén
hasta coger lo que sobra de tu pelo
por detrás de tu oreja,
es por saber de ti,
es todo cuanto tengo que ofrecerte,
constituye mi espanto rutinario para encontrar contigo
un resquicio de amor que yo supiera.
Por ejemplo yo insisto qué frío hace
y en lugar de besarme me pasas el abrigo.
Y es porque no sé estar en esto solo,
mirando, descreído, tropezando en silencio,
pensando que tal vez es igual el misterio:
tú tampoco me dices nunca nada.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Sólo porque he dejado siempre en este blog el rastro de mis enfermedades escribo esto. Cuarto día de fiebre-destemplanza. La buena noticia de la ausencia de otros síntomas no enmascara ya mi tristeza y la pérdida de claridad. Al menos soy consciente. Entre los altibajos de temperatura pienso de forma pesimista sobre diversos aspectos de mi vida. Fallo en la percepción. No ayuda el reportaje sobre esquizofrenia que han echado, la verdad. Un punto de luz, sin embargo: me digo (metafóricamente: aún no he perdido la cabeza) que mañana o pasado, de día, no pensaré lo mismo, tendré ánimo, o alma, que diría Porerror. Y funciona. No es corriente, pero hoy me basta. Buenas noches.

sábado, 31 de octubre de 2009

Egoísmo, metáfora y ella


"El olor y el sabor, tan unidos, son las claves más íntimas de la vida. Hay que gustar todo con los ojos cerrados. Mirar una cosa es exteriorizarla, pienso ahora. Hay que ver sin mirar. Hay que oler. El olfato, quizás, es la mirada del alma" Francisco Umbral.
Lo que yo quise, como y cuanto amé, es lo que queda. Nada más que de mí, no hay otros nombres. Miguel Ángel astenia quincenal, miguelángel muriéndose de frío de la felicidad tan cerca, ese viento que traía la muerte, como en la canción del otro Silvio, y las copas postrándose, a fin de existir. Lo que el amor hacía de mí, yo era.



Me cuenta mi prima que tenía un compañero que, cuando la recogía para ir al trabajo por las mañanas, le calaba si había habido sexo matutino: "a ti te han soltado los perros esta mañana". Yo le he dicho que eso es por el olor. Hay gente que huele. Hay gente finísima que lo huele todo, y sea porque es un sentido casi inexistente en mí, me parece que el olfato es una aristocracia de los sentidos, muy lejos del animal que llevamos dentro. El olor me parece la forma más pulcra y educada de la comunicación, exento de la ambigüedad de la palabra infame, de la terquedad de nuestras manos sucias. Cambiaría mi carrera por distinguir un olor. Mi amiga Gracia sabe si la comida está sosa o en su punto por el olor, y me parece entre mentira (si ella mintiera) y maravilloso. Yo vivo entre semana en Las Erillas Blancas, Estepe. Junto a mi casa hay una fábrica de mantecados, así que huelo a azúcar y almendras cada día, sólo tengo que abrir un poco la ventana. A una persona con olfato le parecería excesivo, pero a mí me encanta, me acerca a casa el olor a dulce y pan. Pero ya está, no comprendo la magdalena de Proust, soy yo el olor que me interesa (otra vez yo): al parecer, yo huelo; huelo bien, eróticamente incluso. Una mujer me ha detectado tres olores diferentes que ya conoce. A otra le encanta uno de esos tres. Otra me pregunta que qué perfume uso, cuando no uso ninguno. Mi prima me dijo el otro día lo bien que olía, que qué me había echado. Pues nada. Las mujeres están locas, ya se sabe, y en su infinita y oscura sensibilidad contemplan más un olor que una mentira. Nosotros nunca comprenderemos eso.



Me cuesta hacer algo si no es a conveniencia. Mi supuesta bondad procura tener siempre cubiertas las espaldas. Procuro ser yo mismo, reservándome el derecho de dormir en casa, eso no vale. Las esquinas se doblan conmigo, dice Junior. Pretendo que mi mundo sea como yo.


Tenía pensado escribir algo como esto: "El verano remoto que no quiere irse. Nos alarga la mano hasta el pescuezo. Qué calor. Y sin embargo, no sé cómo, intuía el frío, no ya el otoño endeble. El caballo barruntando de espaldas. El triste invierno, inevitable, porque el veranillo que tiene mi nombre había de acabarse, no se podía quedar, así, sin más, más tiempo. Tener frío es estar solo." Pero me acaba de llamar, y esta metáfora del tiempo es sólo eso, pamplina, literatura falsa. Me ha sacado una risa, y sigo estando cómodo y no sé qué con ella. Un beso, guapa.


jueves, 27 de agosto de 2009


Si yo me viera, si yo me duplicara, como Locke, y me viera a mí mismo, qué decepción, qué mala versión de mí mismo, soy. Qué es lo que pretendo en ese perfil de número uno, la nariz de judío, la lengua de lagarto, los ojos de lagarto, el largo cuello. Y la voz. Esa voz de diecisiete años, convencida de nada. Yo no me aguantaría, siempre con lo mismo, cada vez más raro. Por eso no me gustaba ver fotos, ni Gracia hace milagros, y ahora me he visto al menos treinta veces.


Me tumbo sobre la colchoneta con la idea de no pensar en nada, de olvidarme de todo, y lo consigo fácilmente, pues caigo en que habitualmente no pienso en casi nada. Me enfrasco, paradójico, en pensar en algo, y ufanarme de haberlo esquivado, pero nada. El agua está algo fría. Estoy algo moreno ¿Y mi vida? ¿Y mi profunda vida? A ver si estos cabrones no me echan agua fría de la ducha. Mira el Felipe.


A arreones vivo, por eso no me canso del verano. Tengo la habilidad perfecta de aburrirme con un placer inmenso, sin agobios. No tengo voluntad. Mi madre dice que para eso me ha criado en la ley del mínimo esfuerzo. Pienso, sin embargo, en la falta de interés, en una rara paz conmigo mismo. Llevadme de la mano, como a un niño, que planto el culo enfrente del columpio.


No voy a hablar de Conil, ¡todavía queda verano! Un beso a todos.


lunes, 29 de junio de 2009

Casi verano

-Se acabó. María Jiménez

-¡...si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años! Jaime Gil de Biedma




La noche negra del verano ha de esperar aún porque he de hacer unos números en la campiña puta, ya me he puesto el colgante y las sandalias pero no paro de llevar y traer cosas, todo el día con la ropa a cuestas. Cuando salgo de Mairena me dice Alberto que parezco un militar. Me hace falta ya la noche negra. Paciencia.

Ella tiene un cuerpo perfecto que no abruma, hermoso sin embargo, lejos de la aséptica estupidez de una estructura sin reproches. Yo me he pasado el tiempo averiguando cualquier línea que se formara nueva, cualquier detalle en la fotografía, contemplando, en fin, tan cerca -ella me ha dejado-, los escenarios tibios de su carne.

Alguien ha pegado un zapatazo en la tarima, arde el parqué sentimental alrededor de mí. Los hombres huyen y las mujeres lloran, y viceversa, y yo no sé por qué, ni sé saberlo, ni tengo teoría ni ganancia, es como tarde y sólo quiero ya la sombra del verano y vuestra compañía.

Dos parejas de amigos se me casan.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Gitanillas


Hasta las flores, niña,

se echan piropos,

a un clavel una rosa

lo ha vuelto loco. Alegrías populares




Alegrías salineras de La Niña de los Peines que sin saber le canto a mi sobrina, y parece, sólo lo parece que se calma ¿Me saldrá gitanilla, tan blanquita?


En Tenerife no hay gitanillas. Hay no sé qué. Miamor, miniño, mijo, en el mejor de los casos. Otras veces, más mala leche que un cable caío. Allí no cantan al compás (tampoco vi que isas) y eso se nota. Como dijo una guía, la economía isleña se sustenta desde el siglo XXI en el cultivo del turista, así que el nacionalismo se insufla en pequeñas pero consistentes dosis. Yo no quería irme de allí.


La Feria, ay, luego decís que no... La Feria es el carnaval de los sevillanos, donde queman la garganta y los muslos, sólo que aquí la hacemos después de Semana Santa, así el sabor de los pecados cometidos tienen el año largo para el recuerdo. El jueves me robaron el móvil. El sábado perdí el DNI, mi cara andará por el albero de Alcalá, metáfora de una noche desmedida.

Juan Carlos Marset le decía a Germán que al sevillano le gusta observar y ser observado, exhibirse, de ahí acudir a los toros, el paseo a caballo, la puerta de la caseta. Había una gitanilla que venía a verme, pero nosotros no queríamos que nos vieran.


Aún no me han plantado las gitanillas en la terraza, y ya tardo, que me han dicho que son duras, resistentes, orgullosas.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Amorosa anticipación

Se inclina el sol súbitamente, se aúpa de repente como un muchacho de lo hondo al borde de la piscina en una anticipación amorosa de la primavera, con la que estaba cayendo, que ya nos hacía falta. Incluso retorna suave Estatuas Verdes esperando una risa, que Porerror nos tiende poético y sutil por boca del Topuno, un abrazo, amigo.
Las habas de Gullate me dice Manuel el conserje que han estirado a unos 70 centímetros, a ver si no se las desfloran los gañanes ante la negativa invernal de las muchachas a deshojarse ellas. Porque la primavera es un impulso, nunca espera a finales de marzo y ojalá quede algo cuando yo vuelva a caminar. Las niñas de Fama siguen igual de zorras y de hermosas y no comprendo sus rodillas tan fuertes. Ahora miro también a los hombres solamente a sus piernas, cómo no les molestan los tendones al andar. Paciencia, no puede haber otro paso atrás. Pero el protector de estómago no puede con el antiinflamatorio y el Ribera todo junto y es posible que mi paseo etílico, el más estético de mis movimientos, se me impida también por prescripción médica.
Tengo que no pensar en lo que me estoy perdiendo. Decía Porerror, y quiero que me explique, que como el tiempo es inexorable juega siempre a nuestro favor. Pero me pregunto que quién nos devuelve lo que no bailamos, ahora que hay ganas de echar un dancing.

Por lo menos dijo el otro día Rosa Mª Sardá en La niña de tus ojos que los cojos tienen fama de grandes copuladores, ahí están Lord Bayron, Goebbels y no sé quién más.

miércoles, 28 de enero de 2009

Explico algunas cosas

Invitadme a las islas, cualesquiera que sean, a las montañas negras de mi país. Guiadme por las calles, como si disfrutáramos, de ciudades antiguas, enseñadme de frente el edificio raro que con más ignorancia hayan dejado levantar al hombre. Colgad de mi pared un cuadro de verdad, que figure en los libros, dedicado a algún rey holandés, de uno de esos pintores que murió en la indigencia ignorando su valor en las casas de subasta. Llenad mi copa o, mejor aún, dejad la botella del vino más caro de Francia, por fuerza ha de ser bueno si entendidos franceses pagan tanto dinero. Ya sabéis lo que me gusta el vino. Baila conmigo una canción de soul en navidad sin nadie que nos vea. Comprometed los viernes conmigo por los bares, comprometed la risa, impostando el perfil de nuestra pobre burguesía, organizadme por fin una fiesta sorpresa.
Os besaré. Estaré alegre, confuso. Mi corazón será a partes iguales ansiedad y delirio. Pero al pasar el viaje, el cuadro en el olvido, si mantengo con fortuna del vino su recuerdo, cuando acabe la música, ya cerrados los bares, la fiesta despedida, volveré a ser el mismo. Mi tiempo necesita, no me engaño, del recuerdo constante de una mujer perdida de antemano. Imaginar las horas, las veladas futuras, junto a ella. Imaginar un punto, un espacio del cuerpo, por ejemplo, un miedo descifrable, una palabra que ella sólo diga. Y asirlo y mantenerlo y acunarlo.
Me salvo así. Busco con sólo aire. Finjo, temo.

sábado, 17 de enero de 2009

La importancia de llevar leotardos


Parón navideño, ¿o es un parón el tiempo de trabajo en medio de nuestras vidas asilvestradas? En quince días no da tiempo al descanso. Han corrido el vino y la vida como en el libro de Rimbaud. Tu felicidad, me decía Kela, es insultante.


Escucho Yo no me doy por vencido, de Luis Fonsi, y me gusta. Mala señal: estoy tontito. Y cuándo ha sido bueno eso para nadie.


Blake Edwards le dio a Vilallonga una joya carísima para que trasteara con ella en el bolsillo durante la escena de la fiesta en Desayuno con diamantes. La intención del director era que el español (brasileño en la peli) presentara cierto aire distinguido, misterioso. Así me siento yo con mis leotardos (El Rubio confecciones, talla G). Nadie los ve, pero ¡cómo deben de notárseme! Primero, aportan una confortabilidad especial ¿Es como llevar a cuestas la mesa de camilla? No, no es la misma cosa, ni es la misma liga; ni siquiera es el mismo jodido deporte. Pero es lo más parecido. El enemigo filtrado por la tela vaquera se choca y sucumbe contra el algodón del leotardo. El segundo motivo es sin duda el más importante. No sé de qué manera lo consiguen, pero no puede negárseles a los leotardos cierta masculinidad. Una vez solventado el escollo almodovariano de ponérselos (es importante en este punto no estirar el empeine; al fin y al cabo, soy un hombre) el leotardo fija la figura, enjuta y aterida en mi caso, la resalta, algo así como el expresionismo viril de cintura para abajo. Y luego está el descubrimiento callado del que han venido disfrutando las mujeres y algún cuco como Víctor Bullate: los apretados muslos suponen un beneficio carnal, de sexo anticipado, un affaire de algodón y canutillo. Queridos hombres, olvidad todo lo aprendido y atreveos. Al fin y al cabo, John Wayne frenaba diligencias y llevaba leotardos.

martes, 23 de diciembre de 2008

Poemas



Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde todos los vinos corrían. Una noche, senté a la belleza en mis rodillas, y la encontré amarga. Y la injurié.




Así comienza Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud. Sam ha encontrado los antiguos poemas que escribí y que le iba entregando en servilletas, papeles sucios y word 98. He recordado que era un joven triste. Tardé en insultar a la belleza demasiado. Antes la mecí largamente. Os dejo aquí algunos de esos poemas. Llamadme ahora, mirad la cara imbécil de feliz que llevo.