Se inclina el sol súbitamente, se aúpa de repente como un muchacho de lo hondo al borde de la piscina en una anticipación amorosa de la primavera, con la que estaba cayendo, que ya nos hacía falta. Incluso retorna suave Estatuas Verdes esperando una risa, que Porerror nos tiende poético y sutil por boca del Topuno, un abrazo, amigo.
Las habas de Gullate me dice Manuel el conserje que han estirado a unos 70 centímetros, a ver si no se las desfloran los gañanes ante la negativa invernal de las muchachas a deshojarse ellas. Porque la primavera es un impulso, nunca espera a finales de marzo y ojalá quede algo cuando yo vuelva a caminar. Las niñas de Fama siguen igual de zorras y de hermosas y no comprendo sus rodillas tan fuertes. Ahora miro también a los hombres solamente a sus piernas, cómo no les molestan los tendones al andar. Paciencia, no puede haber otro paso atrás. Pero el protector de estómago no puede con el antiinflamatorio y el Ribera todo junto y es posible que mi paseo etílico, el más estético de mis movimientos, se me impida también por prescripción médica.
Tengo que no pensar en lo que me estoy perdiendo. Decía Porerror, y quiero que me explique, que como el tiempo es inexorable juega siempre a nuestro favor. Pero me pregunto que quién nos devuelve lo que no bailamos, ahora que hay ganas de echar un dancing.
Por lo menos dijo el otro día Rosa Mª Sardá en La niña de tus ojos que los cojos tienen fama de grandes copuladores, ahí están Lord Bayron, Goebbels y no sé quién más.