Todo lo que ha costado amar el cuerpo,
urdirlo, destilarlo
desde el primer encuentro,
cuando posaba nuevo y aún no era
destino, más que borde,
sagrado todavía.
Largo tiempo nos lleva amar un cuerpo
aunque se doble luego en olvidarlo.
La inocencia del cuello y su manía,
la frescura del labio frente al muslo y su infierno,
el desconocimiento de los pechos profundo y absoluto,
la liturgia perdida de unas manos enclencles
pero que así bastaban.
Quién está dispuesto a más aprendizaje,
insiste, teme, se resigna,
olvida.
jueves, 7 de agosto de 2008
domingo, 3 de agosto de 2008
Manitos rosas
Voy a ser tito. Entre marzo y abril del año que viene (Dm). Y yo aquí, escribiendo de vez en cuando sobre melancolía y amor. Mi hermana va a tener un hijo y yo retoco antiguos poemas, sufro una insolación y me dejo la vuelta en las taquillas. Nos vamos de la década sin gloria y por detrás ya avisa el tiempo con sonrisa de párvulo. Es su hora. Estamos ya muy vistos. No nos aguanta nadie. Somos la reposición de una serie antigua y alguien quiere limpiarnos la cara con manitos rosas. Tengo ganas de comprarle algo.
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