sábado, 17 de enero de 2009

La importancia de llevar leotardos


Parón navideño, ¿o es un parón el tiempo de trabajo en medio de nuestras vidas asilvestradas? En quince días no da tiempo al descanso. Han corrido el vino y la vida como en el libro de Rimbaud. Tu felicidad, me decía Kela, es insultante.


Escucho Yo no me doy por vencido, de Luis Fonsi, y me gusta. Mala señal: estoy tontito. Y cuándo ha sido bueno eso para nadie.


Blake Edwards le dio a Vilallonga una joya carísima para que trasteara con ella en el bolsillo durante la escena de la fiesta en Desayuno con diamantes. La intención del director era que el español (brasileño en la peli) presentara cierto aire distinguido, misterioso. Así me siento yo con mis leotardos (El Rubio confecciones, talla G). Nadie los ve, pero ¡cómo deben de notárseme! Primero, aportan una confortabilidad especial ¿Es como llevar a cuestas la mesa de camilla? No, no es la misma cosa, ni es la misma liga; ni siquiera es el mismo jodido deporte. Pero es lo más parecido. El enemigo filtrado por la tela vaquera se choca y sucumbe contra el algodón del leotardo. El segundo motivo es sin duda el más importante. No sé de qué manera lo consiguen, pero no puede negárseles a los leotardos cierta masculinidad. Una vez solventado el escollo almodovariano de ponérselos (es importante en este punto no estirar el empeine; al fin y al cabo, soy un hombre) el leotardo fija la figura, enjuta y aterida en mi caso, la resalta, algo así como el expresionismo viril de cintura para abajo. Y luego está el descubrimiento callado del que han venido disfrutando las mujeres y algún cuco como Víctor Bullate: los apretados muslos suponen un beneficio carnal, de sexo anticipado, un affaire de algodón y canutillo. Queridos hombres, olvidad todo lo aprendido y atreveos. Al fin y al cabo, John Wayne frenaba diligencias y llevaba leotardos.

4 comentarios:

Porerror dijo...

Gran alegría supone verle por aquí de nuevo, don Migue.

Vaya, parece que ha dado usted con la solución a un buen problema -el del frío- que para esta generación nuestra de jóvenes "insultantemente felices" se plantea más acuciante que el del cambio climático o las hipotecas subprime.

¡Y yo que ayer mismo fui a la sección de Caballeros de El Corte Inglés y le dije al dependiente: "Déme ahora mismo el abrigo más gordo que tenga"! Si hubiera leído este post antes... ¡ay!...

Baretta dijo...

Oye, Migue, como escaneaste la servilleta del artículo anterior, pensaba que ibas a hacer lo mismo con los leotardos...

Sam dijo...

Si los rellenas como ése tienes todo mi apoyo...

Anónimo dijo...

Contesto a Javi y Sam: sí que he escaneado los leotardos; de cintura para abajo soy yo. Luego le he puesto el careto de Julio Boca para despistar. Migue.