Valle Inclán, desde el tendido, a Juan Belmonte: - Maestro, sólo le falta a usted morir en la plaza.- Se hará lo que se pueda.Caigo en que, sin querer, me ha salido una página bastante taurina, por los colores. Desde hace un año me voy aficionando a los toros, para mofa de unos y espanto de otros. O indiferencia, las más veces. Sab dice de cariño que soy un progre de estos que han salido ahora con lo del toreo. No sé. Quizá. Aunque creo que carezco de voluntad para tanta afectación. Mi creciente nihilismo, aumentado por el estío, hace que me oriente sólo por apetencias, desganas y deseos.
Quitando el paño de cocina sujeto a una vara de mi abuelo, por mi infancia, con el que daba naturales sin saberlo, y el tipo de torerillo (o tipillo de torero) que mi madre me achacaba de vez en cuando, he sido un gran antitaurino casi siempre. Crecí escuchando
Rojo, de Barricada. Incluso ahora me despisto una vez el torero ha entrado a matar.
El debate sobre los toros es cansino y apenas me interesa; creo, además, que lo tienen ganado los antitaurinos de calle. El otro día hablaba un chaval en el Quintero, uno que saltó en Las Ventas para protestar. Sus argumentos eran irrefutables: el arte es relativo; la tortura es un absoluto, unívoca e inequívoca. Esto trata de poder (mientras quieran las leyes) o no poder. Mientras se pueda, seguiré con los toros, pues he antepuesto el arte (a mí me picó) a la moral, la barbarie a la civilización.
El toreo es sobre todo una metáfora. A cada lance, a cada palabra de su inagotable vocabulario le encuentro y le busco alguna correspondencia. Muchas están en el lenguaje diario: entrar al trapo, ver los toros desde la barrera, estar al quite, cambiar de tercio, mirar al tendido, rematar la faena, etc. Me gustaría hablar aquí otros días de algunas de esas correspondencias.
He llegado por lo visto en un momento cumbre, edad dorada: hasta los antitomasistas se rindieron el cinco de junio a José Tomás; Arrabal se viene de París para ver a Morante y levantar los brazos. El Cid. Castella, francés de Gines que me emociona incluso antes de salir al ruedo.
Quién se apunta este verano a El Puerto o a Sanlúcar para ver una corrida y todo lo demás.
Me hubiera gustado ser torero, desde el centro de la arena brindar al público, va por ustedes. Pero, ay, me falta el valor.